Para nuestros antepasados, el estudio de los cielos era la única manera de conocer la hora del día o la época del año. Y para ellos, elegir el momento apropiado para sembrar y asegurarse una buena cosecha o para salir de caza, era una cuestión de supervivencia.
Los primeros astrónomos reunieron gran cantidad de datos sobre los astros conocidos, pero se limitaron sólo a describirlos. Fueron los sabios de la Antigua Grecia quienes buscaron explicaciones que permitieran conocer su comportamiento en el cielo; una visión que sufrió varias modificaciones hasta nuestros días.
Aristóteles y las esferas de Cristal
El universo conocido por los antiguos estaba formado por los planetas Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno, más la Tierra, la Luna, el Sol y las estrellas. En el siglo IV a.C., el sabio griego Aristóteles (384-322 a.C.) propuso que la Tierra se encontraba fija en el centro de una serie de esferas de cristal, cada una de las cuales contenía un planeta, la Luna o el Sol. La esfera más externa; considerada inmóvil, inmutable y perfecta, contenía el fondo fijo de las estrellas. El movimiento de los cuerpos celestes se explicaba por la rotación de las esferas sobre sus propios ejes. Como la Tierra ocupaba un lugar de privilegio en el centro del cosmos, este modelo fue denominado modelo geocéntrico.
El universo geocéntrico dc Aristóteles fue aceptado por todos los sabios que lo sucedieron. Sin embargo, los estudiosos del cielo habían observado que, en cierta época del año, algunos planetas se detenían en su camino por el cielo, parecían retroceder y luego, nuevamente, emprendían su camino hacia adelante (a este movimiento se lo llamó retrógrado). El modelo aristotélico no podía explicar este movimiento y, por lo tanto, debieron buscarse algunas variantes; que se ajustaran mejor a la realidad.
En el siglo II, Claudio Ptolomeo (100-170) reunió la información astronómica de su época y formuló un modelo que mantenía a la Tierra en el centro del cosmos y las esferas materiales por donde se desplazaban los planetas. Pero Ptolomeo agregó un nuevo movimiento a los astros. Cada astro, al mismo tiempo que realizaba su camino alrededor de la Tierra, llamado deferente, gira en un pequeño recorrido circular, llamado epiciclo. Con este modelo podía explicarse mejor el movimiento retrógrado de los planetas. Su modelo se mantuvo vigente durante casi quince siglos.
El canónigo y astrónomo polaco Nicolás Copérnico (1473-1543) retomó las ideas de algunos sabios griegos y formuló, en 1543, un nuevo sistema del universo con cl sol en el centro del cosmos. La Tierra poseía un movimiento de rotación sobre su eje, y los demás planetas se desplazaban alrededor del Sol, siguiendo caminos circulares sobre las invisibles esferas materiales. Este sistema se denominó modelo heliocéntrico. Copérnico también recurrió a los epiciclos para que su modelo tuviera mayor precisión.
Tycho Brahe: entre el geocentrismo y el heliocentrismo
Tycho Brahe (1546-1601) fue un astrónomo danés que realizó precisas observaciones sobre las posiciones de los planetas. No aceptaba la hipótesis de Copérnico y propuso un modelo basado en el sistema egipcio.
En este sistema, la Tierra se hallaba en el centro del universo, y la Luna y el Sol giraban alrededor de ella. Pero el resto de los planetas orbitaban alrededor del Sol. Este modelo representaba una situación intermedia entre el geocentrismo y el heliocentrismo. Superaba las objeciones que realizaba la Iglesia (al dejar la Tierra en el centro) y pretendía simplificar el sistema de epiciclos de Ptolomeo.
En 1572, Brahe describió una explosión de supernova en la esfera de las estrellas, lo que derrumbó la idea aristotélica de una esfera "inmutable". En 1577, observó durante varios meses un cometa que, según sus cálculos, atravesaba las órbitas de los planetas y dedujo que las esferas materiales no existían.
A la muerte de Tycho Brahe, su ayudante Johannes Kepler (1571-1630), gracias a los registros de la posición de los planetas obtenidos por su maestro, y luego de muchos años y numerosos cálculos matemáticos, llegó a la conclusión de que los planetas no seguían órbitas circulares, sino elípticas, alrededor del Sol. Con este nuevo sistema, se pudo realizar una carta del Sistema Solar casi como la que se conoce en la actualidad.